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domingo, 13 de febrero de 2011

Anaconda ancestral


Me encuentro ahora recordando los primeros tiempos en el río Pirá Paraná (1), en el noroeste amazónico colombiano. Me acompañan en este viaje, hacia lo profundo de la selva y de mi ser, la felicidad de María C. y sus dos hijas gemelas, actuales y perennes habitantes de mi vida.

El traslado hacia ese lugar maravilloso fue largo, costoso y espectacular y, como es obvio, estuvo cargado de infinidad de emociones que la mente actual nunca quisiera olvidar. Desde la vieja avioneta en que viajaba, a través de las nubes y en el centro de una maravillosa e inmensa llanura verde, pude apreciar aquel río en forma de culebra, que hoy y siempre seguirá avanzando perezoso hacia el muy lejano atlántico mar ... Desde ese día no se me olvida su color negro transparente; tampoco se me olvidará jamás el aprecio inmenso de aquellos gentiles corazones encontrados en sus orillas- hijos e hijas de la gran anaconda ancestral, que dará vida a este escrito y a los futuros hombres y mujeres de esta madre selva-, quienes nos amarraron con sus brazos y sonrisas, a pesar de la diferencia cultural e idiomática existente entre nosotros.

Viajar por ese río y sus caños es una experiencia sin igual. Los jóvenes motoristas que a la vez son nuestros guías e intérpretes(2) en las comunidades con que trabajamos, fueron nuestra familia. Con ellos compartimos experiencias propias y extrañas, nos contaron, sin preguntar, historias pasadas y antepasadas; nos transmitieron sus saberes milenarios escuchados y aprendidos de generación en generación; nos leyeron los múltiples mensajes que a lo largo del río dejaron sus ancestros gigantes y que nuestros ciegos ojos negros apenas pudieron “ver”. En este mágico lugar cada espacio navegado tiene un sentido, cada salto natural guarda un mensaje, cada mito es una historia real: aquí-dicen- ‘fue la matanza de los blancos(3)”; “aquí estuvo Warime(4) descansando”; “aquí en este salto vive la anaconda ancestral”.. Con alegría y dificultad recorrimos sus caminos y trochas ... le agradezco a la vida el permiso que me dio para poder ser y estar, justo en ese tiempo y espacio que me sirve para recordar.

Este escrito quiere ser un homenaje a aquellos jóvenes indigenas que, abandonando sus familias, nos dieron una mano y nos sirvieron de puente para transportar los mensajes que queríamos dejar. Sin motoristas nuestro trabajo no vale nada; sin intérpretes y guías la situación es aún peor!. Muchas veces, acostados en la hamaca, nos preguntamos: qué diablos hacemos aquí?; nuestros múltiples palabras tendrán voz en su idioma?; el oyente captará el mensaje que sale de nuestra mente?; nosotros mismos no entendemos las palabras castellanas, podrán ellos entenderlas siendo tan diferentes?; Para qué aprender sino lo puedo transmitir?; para qué hablar si el interlocutor no me entiende o no hay un intérprete cerca que recoja lo dicho y lo desenrede con nuevas voces, letras y palabras? Sí. Sin ellos hubiera sido imposible acceder a sus enseñanzas; sin ellos, los ancianos y ancianas, no podrían robar nuestros mensajes de “blanco” que les sirve para transformarse y permanecer. 

Sin esos jóvenes la vida no hubiera sido fácil. Cuantas veces cargaron los botes y motores de navegación; cuantas veces colgaron en su cuerpo nuestra ropa y alimentos para sobrevivir -las gemelas de María C no se acuerdan, pero fueron las causantes de los muchos sudores extraídos de sus cuerpos musculosos color miel-. Sí. A ellos, con los que tuvimos la fortuna de compartir historias y de vivir con intensidad, es a quien va dirigida esta carta de vida, porque son ellos, en últimas, los encargados de cultivar para siempre los frutos dejados por sus fabulosos ancestros.

Con los hijos e hijas de ese maravilloso río vivimos. Sí. Vivimos!. En sus casas; en sus Malocas (5); en todo ese universo tan suyo lleno de magia y sabiduría. Fueron meses sin tiempo; noches oscuras o grises, apenas visibles a través del brillo ancestral que emana el fuego producido por el breo(6) o elpopai(7). Ahí estuvimos: a veces viendo; a veces sintiendo; a veces compartiendo pequeñas historias nacidas de nuestro breve caminar por alejadas, olvidadas y andinas tierras; a veces escuchando mensajes escondidos en mitos, llenos de parábolas, con el que nos dieron su conocimiento sin esperar nada a cambio.... 

Ese río se quedó con nuestros olores y fragancias.. Estas gentes sencillas se “robaron” nuestras voces y palabras. Nosotros, a cambio, alimentamos nuestro cuerpo con el sabor natural de la madre selva y le proporcionamos a la mente un poquito de saber espiritual. 

Devolver el pasado me gusta. Contar historias cargadas con viejas voces pensadas en idiomas naturales me hace reflexionar ..... espero, eso sí, que toda esa sabiduría verde escondida en su mente oral se mantenga incólume a través del tiempo, para que siga siendo alimento de vida por siempre jamás!!..

Esos tres primeros meses que caminamos por aquel río no tienen tiempo. Aún, en este presente, se me eriza la piel al recordar emocionado el eterno shhhhhhh de los sonidos de la selva y ese golpe del viejo pilón de coca(8) gritando su lamento en forma de pom pom a través del viento.
 Huehuetenango, Guatemala. Mayo del 2003.

Notas:  _________  1) El Rió Pira Paraná es afluente del río Apaporis,, que es, a su vez, afluente del río Caquetá; El río Caquetá vierte sus aguas en el gran río Amazonas.. y luego el mar. En ese lugar trabajé desde 1997 con la Fundación GAIA- Amazonas, brindando apoyo legal a la Asociación de Capitanes Indígenas de Rió Pirá Paraná (ACAIPI).  2) Personas bilingües que nos ayudaron a desenredar las palabras castellanas. En la orillas del río Pirá Paraná y en sus caños habitan varias etnias que tienen sus propios idiomas: Makuna, Barasano, Taywano, Tatuyo, Tuyuka, Siriano, Carapana, Maku, etc.  3) En la selva se le dice blanco al foráneo. Así sea negro o indígena de otro lugar.  4) Personaje mitológico que caracteriza las historias y leyendas del lugar.  5) Gran casa circular comunitaria muy tradicional, donde se desarrolla la espiritualidad amazónica. Tiene techo de hoja de palma caraná  6) Sabia de árbol que al prenderse da luz a la gran noche.  7) Astilla de un árbol que se enciende para dar luz. Una vez se termina una astilla se prende otra y otra. Así sucesivamente...  8) La hoja de coca, una vez seca al fuego, se golpea en el pilón para convertirla en polvo. Al mezclarla con ceniza de hoja seca de yarumo, se convierte en el alimento espiritual de  los indígenas amazónicos.



Diario de vida: A los nietos y nietas de la anaconda ancestral
Por Nelson Mamián Guzmán
Colombia 1997


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