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jueves, 8 de diciembre de 2011

La princesa INirida

La Princesa IN irida

Un viaje por  los tres elementos (tierra, aire y agua)
Nelson Mamián Guzmán
Noviembre 30 del 2011


Este es un viaje por los tres elementos. Tres  historias y  retazos de muchas más.
Estamos aquí, en medio de la selva, en una  comunidad indígena que se llama "Venado", que está ubicada a la orilla del río Inírida; rio de leche que amamanta a los indios Puinave -hijos del agua y de la anaconda-; está al pie de los cerros sagrados de Mavicure, Mono y Pajarito. Vinimos acá – con Antonio, Jorge y Gilberto- para dialogar con la los Puinave, Curripacos y Piapocos sobre el deber ser de la Consulta Previa (Convenio 169 de la OIT); estamos  a tres horas de Puerto Inírida, capital del departamento del Guainía (Colombia).
 En estos cerros  que,- nos dicen-“están llenos de tesoros”, se encuentran las plantas medicinales con las que los antiguos habitantes de acá, se alimentaban y se curaban de sus malos espíritus y de sus cuerpos ardientes. Con esas plantas, que aún se ven verdes a lo lejos, se  ordena la vida colectiva y  el territorio.
Viven  cerca del primer raudal – salto de agua-, hogar del guío o anaconda que por aquí mora y que sale haciendo espuma cada cinco años. Estas aguas, que van y vienen, y que parecen mansas a primera vista, no lo son tanto para los viajeros desprevenidos: "al que anda sin cautela -dicen-lo deja sin calzones o sin su vida”. Algunos, porque osan pasar sin consentimiento; otros, porque explotan sus recursos sin la autorización de sus dueños; y, algunos más, tal vez para la mayoría, porque pasan por aquí sin hacer las oraciones y ofrendas que mandan los ancestros desde antes de los viejos tiempos. Dicen que si alguien es tragado por esta agua o por el guío que habita en sus entrañas, su cuerpo  ya no sale más por este lado, sus huesos triturado o sus pedazos de alma es jalada por un túnel de aguas turbulentas hasta el río Guaviare, en la fronteras con el departamento del Vichada.
En épocas de verano,  el río se achica y el raudal se agiganta. El transeúnte solo lo atraviesa caminando y  los botes o bongos que viajan sobre él; solo pasan si son empujarlos por la gente que anda entre sus vientres.
En estos cerros sagrados que se ven a lo lejos y, que, ahora veo como grandes elefantes nómadas en medio de la selva, se escuchan muchas historias de vidas, muchos mitos y leyendas antiguas y presentes¡!. He aquí retazos de algunas de ellas:



La Princesa Inírida
Mujer Puinave bella y elegante: Princesa. La parte alta del río de Leche era su hogar de nacimiento. Los animales de esta selva, que vivían en todas partes -hasta en el Brasil- estaban abrumados con ella, por eso hacían grandes recorridos para poder verla, admirarla y enamorarla.
Dicen que abusando de su poder, un animal dañino– de esos que no faltan en este mundo- intentó enamorarla. Sin que ella se diera cuenta le dio “quereme”!, con tal mala suerte  de que esa pócima de amor, -nacida del jugo de un arbusto que nace en estos mismos cerros-, en vez de debilitarla para fuera, la debilitó para dentro, enloqueciéndola completamente.  La Princesa, delirante y “loca”, salió volando desde su morada y  como una flecha se enterró en el Cerro Pajarito, donde - dicen- aún habita para siempre. Una “boca” blanca -en medio del cerro- es la marca eterna por donde  la princesa entró. Algunos dicen que nunca regresó, otros, en cambio, muestran otra boca -al otro lado del cerro- por donde se liberó.
De cerros, saltos y raudales
Los saltos y raudales son los hogares del guío o la anaconda.  Saltos y raudales hay muchos por este rio. Cuentan que los hizo el “Huérfano” o “el que sabe que sabe”- personaje mítico de los indios Puinave-.  Los hizo para que los peces que visitaron a la Princesa Inírida quedaran atrapados y no regresaran a sus hogares de origen. Un listo pez que halló la “trampa” se puso a pensar como vencer esas montañas sin morir en el intento: luego, en un espacio sin tiempo resolvió el acertijo brincando sobre las grandes piedras invisibles. Como un maestro en el arte de huir “saltaba para abajo y saltaba para arriba” explicándoles a los otros familiares la manera de escapar, con tal mala fortuna que en el último intento se chocó contra la piedra cerro, explotando y muriendo en el acto. No  chocó por el azar del destino, sino por el poder sobrenatural del Huérfano que se había dado cuenta de su artimaña. Pez vivo, pez muerto.
Otro cuento. Similar trama y nueva historia. En el centro de este río había una laguna mágica  donde vivan todos los peces. Uno de los jóvenes  inquietos le pidió al abuelo cuidador que lo dejara pescar; el sabio le dijo “Si, pero solo uno”. El impaciente ser al ver que era fácil pescar le dijo “otro más” y “otro más”; el abuelo de nuevo le advirtió “solo uno”. No le hizo caso. Al pescar y pescar, destapó la “caja de pescados” que él no pudo arreglar. El “que sabe que sabe”, al darse cuenta de la desbandada, amontonó todas las piedras que pudo para atajarlos, pero no pudo cazarlos a todos.  El mito explica porque los peces que hay arriba no se encuentran acá abajo: “Lo que atrapo están arriba y los que no están abajo”. Así de simple; así de fácil. 
Sofía Muller
Podría decirse que los raudales son y han sido las barreras naturales con las que los indios se conservan en sus costumbres, lenguas y culturas. Por acá no fue así O al menos no del todo). En 1945 llegó una mujer, con “poder divino” que cambió para siempre sus formas propias de ver y de pensar la vida, su espacio y su mundo.
Era una alemana de nacimiento  e hija de un pastor protestante. Llega a esta selva cuando terminaba el auge del caucho; una época triste y cruel en la que los indios de la selva eran explotados y asesinados  por empresarios extranjeros “amantes del caucho o del oro blanco”. Llegó cuando, los indios todavía eran considerados salvajes por las leyes de este querido país (Ley 89 de 1890) y la educación estaba a cargo de los misioneros católicos.

Ella si, como quien dice  “vino, vió y venció”. Solita los convirtió a casi todos. Los indios Puinave y Curripacos que nacen y vivien es este rio, y los del Guaviare, del Guainía y de otros de por por acá, ya no hacen sus ceremonias y rituales como antes; ya no transmiten las tradiciones y saberes como lo hacían sus mayores; ya no bailan ni cantan sus canciones de origen. Ahora, sus prácticas ancestrales son voces y acciones del Demonio;  sus danzas, poderes, flautas y rituales “son del Diablo”.
Hoy, un 90% de los Puinave son evangélicos. Su misión en esta vida es leer la Biblia transmitir sus escritos y beber de la palabra del Señor. El abuelo guía de esta comunidad  –pastor desde hace más de 40 años - nos dice: “desde que llegó la señorita Sofía mi papá dejó todo lo antiguo ...  abandonó los bailes, las flautas, las tradiciones y la chicha”. Yo antes – dice refiriéndose a las flautas sagradas del Yuruparí - “me la pasaba cantando y soplando al Diablo” , Ella nos prohibió todo lo propio: los objetos sagrados, las plumas, los tocados, los tambores e instrumentos, eran arrojados al fuego”.
La señorita Sofía fue Diosa de indios; la Mesías que los llevó al más allá. Fue  emisora divina y fanática. Fue heroína “civilizadora de indios”. Fue puente y contacto con el Dios de los cielos en el que ella creía.
Recorrió estas selvas colombianas desde cuando tenía  17 años. Vivió sola entre los indios, conoció sus costumbres y aprendió su cultura y sus dialectos. Murió en 1995 con el deber cumplido (el de ella), llevándose en su alma “buena” o "mala" los sonidos originales de la jungla y de sus flautas y rituales ancestrales.
En sus años en Colombia se volvió mujer y mito. Dicen que sobrevivió a los caucheros y a otras  magias y brujerías poderosas.
Su historia y su misión evangelizadora aún resuenan con fuerza, entre las voces  y los ecos de esta selva. Los líderes de ahora le llaman la “señorita Sofía” o “mi tía Sofía”. Algunos con ironía otros con respeto. Uno la confundió hasta con Sofía Loren.
Lo increíble es que estos indios aún hablan en lengua: en Puinabe o Curripaco. Tal vez, lo único autentico que les dejó!!
Esta historia me envía directo y sin escalas  al Ecuador, donde, Wade Davis cuenta la historia de los indígenas Aucas y su proceso de evangelización. Nate Saint “pasó una navidad melancólica, entristecido por  “esas doscientas generaciones que se han ido a sus tumbas paganas sin conocer a nuestro señor Jesucristo.. Ellos no tienen Navidad!!!.. ojalá nosotros, que conocemos a Cristo, oigamos el lamento de los condenados al precipitarse de cabeza en las tinieblas sin Cristo y sin la menor oportunidad de salvación “” El Rio. Wade Davis. Pag 312
Notas:
Fotos: Nelson Mamián
Foto Sofía Muller. Tomada de un libro sobre el departamento de Guainía prestado por el capitán indígena Divino da Silva




 





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