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miércoles, 27 de abril de 2011

Còmo pensar la paz?

Esta historia sobre la paz la escribió María Cecilia unos días antes de su viaje a Guatemala (abril 1998) y que denominó “jugar a la siringa”. Lo hizo cuando aún se encontraba trabajando en el rio Pirá Paraná, con la Fundación gaia amazonas. Es una nota escrita con mirada indígena y que quedó consignada para la memoria en un libro, en el que escribieron muchos conocidos y desconocidos sobre la paz, y al que llamaron “Eclipse de la guerra. Mandato Ciudadano por la Paz”. Páginas 207 y 208.

Revisando sus notas de campo encontré las primeras líneas de esta historia, las que reescribo tal como quedaron manuscritas en el papel y con tinta roja (ver foto).

Como está incompleta, le agregue la parte final de la nota que aparece en el libro. La primera parte es similar a esta pero distinta. Me gusta mas esta versión:

Es una mirada "chiquita' de la selva amazónica y de sus gentes. En este bello lugar verde de Colombia que tanto amó, vivio con toda la energía y el entusiasmo por más de una decada.

Nelson Mamián Guzmán
Bogotá, 28 de marzo del 2011


Cómo pensar la paz?
María Cecilia López Álvarez
Diario de campo.
San Miguel, rio Pirá Paraná /abril 1998



Quetzal

El quetzal
es una rama
que desprendida del tronco
de su árbol
 se arrastra por el aire
Humberto Ak’abal (poeta- Indígena Guatemalteco)



Te escribo a ti, mi compañero. Tú que estás ahí delante mío.

Cómo pensar la paz?

He tenido la oportunidad de conocer gente muy especial, gente con otras palabras, otras costumbres, otras formas de vida pero con un mismo corazón. He tenido la oportunidad de compartir sus días y sus noches, sus sueños y sus miedos.

Personas que han vivido en estas selvas y han navegado por estos ríos por siempre. He visto sus casas y he dormido bajo el mismo techo de hojas de palma caraná; he participado en sus rituales de bailes tradicionales mirado absorta lo que pasa a mi alrededor, erizándose mi piel con el sonido de los en la semioscuridad de la maloca; admirando los adornos de plumas de los hombres durante el baile, los dibujos hechos en las piernas y en la cara, los sonajeros en los tobillos. Las  mujeres y los jóvenes, riendo y sin importar el sueño, bailando hasta el amanecer.

Estoy escribiendo desde la selva del Vaupés, a la orillas de un rio magnífico que es el Pirá Paraná; mis piernas y mis manos todavía están pintadas de color negro, del último baile que asistí, solo hace unos pocos días. Mientras una abuela indígena conversa en su lengua pienso en la paz y pregunto cómo se puede traducir la palabra paz?. Y me contestan: Para nosotros  “estar bien es tener paz”. Estar bien es tener vivienda, tener comida, tener hijos y tener familia ….


En el libro “Eclipse de la guerra. Mandato Ciudadano por la Paz”. “jugar a la siringa”. Páginas 207 y 208, se lee en seguida

"Cuando empecé a escribir esta página recorrí con el pensamiento las diferentes historias y situaciones que he vivido como antropóloga, como mamá y como persona y recordé algo que creía olvidado y que nació de nuevo. Esta es la historia.

Hace mucho tiempo un indígena anciano que estaba sentado delante de una maloca, se quedo observando a los niños  jugar con una pelota de siringa. Los niños reían, jugaban y luego compartían lo que cada uno había llevado para comer. No había peleas. Este pasaje llevo al abuelo a pensar que los niños le habían mostrado era el camino para vivir bien, entonces el abuelo inauguró la fiesta de la pelota siringa, una fiesta para hacer la paz, en donde participaban niños, adultos y vecinos. Desde el origen de los tiempos hasta hoy, es así.

La fiesta de la pelota siringa casi desaparece cuando muchos indígenas murieron a manos de los caucheros. Los que ahora son viejos eran niños entonces y han venido recuperando sus costumbres y tradiciones. Investigan, preguntan, buscan en su memoria, en las letras de las canciones. Finalmente, como juntando piezas de un rompecabezas, lograron recordar el baile antiguo, el de la pelota siringa, el de la paz. El acontecimiento causó excitación en la comunidad. Se invitó a todo el mundo. Cuando ya todo estaba listo, la fiesta comenzó. Los hombres empezaron a cantar, las mujeres los acompañaban, todos bailaban e iban recordando y reviviendo lo olvidado. Al amanecer se había cumplido con todo y se había hecho la paz.

Un comerciante blanco que estaba por ahí fue al baile, admiraba todo lo que pasaba y vio en la pelota siringa una importante pieza de museo, entonces decidió comprarla. El indígena dijo que la pelota no tenía precio, el blanco le insistió, diciéndole que se la cambiaba por algo mas valioso. El indígena aceptó.

El blanco, dueño ya de la pelota, se subió al avión que lo llevaría de vuela a la ciudad, mientras que el indígena viendo despegar la maquina voladora, sacó de su mochila lo que el comerciante le había dado a cambio: una pistola que alumbraba muy bonito al reflejo del sol”. Jugar a la Siringa. María Cecilia López Álvarez. Vaupes, abril 1998. 

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