Nelson Mamian ( extractos)
Panajachel, 2006
Muy católica era, a escondidas de mi padre le daba limosna a la
"Virgen de Caquiona" cuando hacia sus breves recorridos por estas
quebradas y altas tierras andinas. Aunque era mestiza y con ojos claros, le
gustaba, de vez en cuando mambiar coca, la cual se compraba por libras en el mercado de
Almaguer (cuando Colombia aún no entraba a la era de los cultivos
ilícitos). Como los naturales primeros de acá, la mezclaba mordiendo una
bola de cal –se le dice mambe-, produciendo
esa perfecta combinación química que alimenta el espíritu y ahuyenta el hambre,
generando -para sí- la vital energía para trabajar (de todo) en este su pequeño
mundo verde: apartar los terneros, ordeñar las vacas, fabricar el queso, barrer
la casa, hacer la comida y llevarla a los piones (trabajadores).
Todos los sábados se iba a caballo a los pueblos cercanos de La Vega [1] o Almaguer (Cauca)– a
dos horas de camino de la casa-. Ahí vendía los quesos que ella misma producía
de manera manual, envueltos en las hojas de sachapanga que nosotros buscábamos
en la montaña o en la quebrada del "Agueloro" (Agua del Oro). No hay felicidad más grande
que verla bajar o subir por los caminos rudos encima del castaño -su querido y
más manso caballo-[2]; pero más lindo era explorar los costales de fique
descargados en el patio e ir descubriendo las maravillas que salían de ahí o de una talega blanca mágica, en los que se entremezclan todos los
olores y sabores de otro mundo, entre dulces, salados y ácidos. (...)
La Bella Benicia no se quedaba en un solo lugar, se movía
al son que le bailaban sus queridos animales nómadas; unas veces en tierra
templada y otras en tierra fría; en la Finagustina o en el Llano, o en el
Alto del Mono o, en una pequeña parcela que le compraron a José Miter y José Heraclio en
la montaña que se llama La Cuchilla, que lindaba con el resguardo indígena de Pancitará. Solo mi papá y su perro “Guardían” la
acompañaba; nosotros la íbamos a ver de vez en cuando. Tengo un vago recuerdo
de la risa y los besos con los que no recibía.
La casa donde vivía y que llamamos La Cuchilla, esta cerca del cielo, a 3000
metros sobre el nivel del mar. Se ubica en una cruz de caminos que conducían a todas
partes, de ese universo chiquito de por aquí: a la Vega y Cali; al Tachuelo por los
caminos del Patía; a Almaguer y Quito; y, también a Pancitará en el camino Rial que
va para San Agustín en el departamento del Huila. La Cuchilla esta ubicada en tierra alta y
fría, en la montaña junto a nuestra “pequeña selva”; justo donde pasaba la vía
que caminó el Libertador Simón Bolivar rumbo a "independizar" el sur y donde
ahora pasa la carretera que viene y va para Almaguer. Esa zona esta abrazada por las
cordilleras que nos dejan ver en los más alto la inmensidad de todos los
abuelos sagrados y volcanes del sur: el Cerro Gordo, el Bolivar, el Galeras, El
Paletará, El Doña Juana, y más allá el Cumbal, el Chiles y el Azufral.
Por esa tierra fría y verde, con flores amarillas, pasaba Daniel Chamizo o “el correo” y todos los peregrinos que migraban hacia sus casas,
hacia sus fincas o hacia nuevos destinos. Venían de parte fría o de parte
caliente. Muchos viajeros cansados del viaje y del largo caminar se acercaban a
la casa de la BB a pedirle posada, cuando la noche se acercaba a su oscuridad más grande o a alimentarse con café o comida, a cambio de los
productos que llevaban en sus espaldas: panela, plátanos naranjas o cebolla,
papa; en fin, cumplir con el eterna costumbre de hacer trueque con los productos que nacen en clima caliente y en clima frio.
Nos gustaba ir a La Cuchilla a intentar matar pavas en la montaña, hasta antes
de que mi papá nos lo prohibiera para siempre. Desde ahí se podía observar, en lo más
alto del cielo azul, el paso de las gaviotas migrantes y muchas aves de colores
extraños ya casi extintas: el paletón rial, el kinde de
cola larga, las brujitas …..
Que hermoso es siempre tener presente a las personas que mas amamos.
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